LA PALABRA QUE ANUNCIAMOS
COMUNIDAD CATÓLICA “BODAS DE CANÁ”
DIÓCESIS DE LIMA
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ESCUELA DE EVANGEIZACIÓN JUAN PABLO II
Curso: Predicación
LA PALABRA QUE ANUNCIAMOS SE ESCUCHA EN EL SILENCIO SE ACOGE EN LA ORACIÓN
1.-CONTEMPLAR Y PROCLAMAR
Contemplari et contemplata aliis trádere, "Es más perfecto comunicar a los otros lo que se ha contemplado que únicamente contemplar. Resulta evidente, cuando las cosas se ven detenidamente, que la célebre fórmula de Tomás no es sino una condensación, quizás inconsciente, de los versículos que abren la primera carta de Juan: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida -pues la vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y que se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,1-3).
2.-CONTEMPLACIÓN Y EVANGELIZACIÓN:
En estas dos palabras se puede sintetizar el carisma de los predicadores.
La contemplación se ejerce en una doble dirección:
- El estudio de la verdad:
Dios es la luz y fuente del estudio, el predicador debe estar atento a la tradición viva de la Iglesia, dialoga con los sabios y vive abierto a todos los problemas contemporáneos.
- La liturgia y la oración personal:
La contemplación de las cosas divinas se realiza primordialmente en las celebraciones litúrgicas y en la lectura divina, pero también en la oración personal.
Ambas formas de contemplación preparan al predicador a la misión fundamental, la predicación del Evangelio para la salvación de los hombres por el conocimiento de Jesucristo el Señor.
3.-LA ORACIÓN
La oración fundamentalmente es relación con el que nos habita. ¡Dios está dentro de tí!, ¡Dios nos habita!. Cuando una persona ora es que quiere empezar a vivir desde dentro. “Donde está tu tesoro -dice Jesús- está tu corazón.” El que nos habita es un Dios que es vida y fecundidad. La oración es también como una madre, con ella el mundo interior comienza a irradiarse. Poco a poco de ella podemos esperar un nuevo modo de ser y de vivir. ¿“Dónde te despojarás de tu amor propio?, ¿dónde te dispondrás a dar la vida por el honor de Dios y la salvación de las almas? En esta dulce
madre, la oración. (carta de Sta. Catalina de Siena a su sobrina Eugenia). En la oración el protagonismo es de Dios, nosotros acallamos para que Dios haga lo demás. El silencio, la oración es para disponerse a vivir de otra manera. Huimos de la oración porque creemos que no sirve, que “no pasa” nada o, al contrario, porque intuimos que la oración es una revolución ¡Es terrible caer en las manos del Dios vivo! La oración se convierte siempre en exigencia de actuación; no sólo reclama un comportamiento ético justo sino el “negarse a sí mismo” evangélico; es entrar en un camino de transformación, de maduración en el cual el fruto es la persona capaz de dar testimonio de lo divino en su vida cotidiana. Lo importante no es hacer sino ser y dar vida a los demás siendo. La oración es siempre, en este sentido, comunitaria, una comunión con los demás… Si la oración es unión con Dios, Dios no es otro que “el Padre de Nuestro Señor Jesucristo”, el que se entregó en favor de todos. La oración como Jesús es en favor de todos. En realidad uno no ora para ser el mejor sino para que Dios se manifieste mejor.
4.-ORACIÓN DE ENCARNACIÓN.
Santo Domingo fue un fraile de su tiempo; por lo tanto esencialmente contemplativo.
Los momentos de oración eran los momentos más propios de su vida de canónigo regular. Pero las circunstancias - a través de las cuales es necesario descubrir el plan de
Dios, y él lo descubrió,- le pusieron en contacto con una humanidad doliente y extraviada, en el sur de Francia. Esto dio forma nueva a su oración.
La espiritualidad de Domingo es una espiritualidad de encarnación: desde los hombres y para los hombres. Sus primeros biógrafos insisten en cómo continuamente hablaba de Dios. Pero también de cómo hablaba largamente con Dios. En este diálogo con Dios - la oración siempre es diálogo, y, por lo tanto, más escucha que charla -, quería saber qué sería de los pecadores. Los hombres y mujeres estaban en su oración.
A partir de ese momento, su contemplación se centró en descubrir a Dios, su proyecto de amor a los hombres, en esos hombres y mujeres con los que se encontró. Si el santo
de Asís sabe llegar a Dios a través de la creación, el sol, las estrellas, los animales, el de
Caleruega llega a través de la humanidad extraviada.
Pero muchos veían el sol, la luna, las estrellas, los lobos y no llegaban a Dios; muchos conocieron el mundo conflictivo del sur de Francia y no vieron a Dios. San Francisco sabía de Dios en momentos de silencio, de oración; santo Domingo sabía de Dios en momentos de oración individual o comunitaria, en Osma, en el estudio de su palabra.
Por eso ambos consiguieron luego descubrirlo fuera del convento, en contacto con la Naturaleza o con los hombres. La contemplación de Osma le hizo a Domingo descubrir la predicación del sur de Francia. Esta predicación, este contacto con esa humanidad, le hicieron humanizar su insistente oración.
5.- ORACIÓN DEL PREDICADOR.
A la oración, lleva los problemas de su predicación, las circunstancias en las que se
hallan las personas a las que se dirige, las dificultades que encuentra en su misión: dificultades durante el día, oración más intensa durante la noche. Oración en la que, junto a la experiencia de Dios, une la experiencia de la humanidad pecadora, extraviada, con la que se encuentra, que le lleva a las lágrimas.
Ora de noche y de día. En realidad, su predicación es oración y su oración predicación.
Es una vida con dos vertientes, pero que se juntan en la cima. En ese lugar de conjunción es donde se sitúa la espiritualidad de Domingo.
En el santo, es una oración cargada de afecto: oración "afectiva" como la llaman los teóricos de la mística. "Afectiva" porque en ella se junta el amor a Dios, el sentirse amado por él, con el amor a los hombres, por los que llora. Y su petición más continua que le diera Dios "verdadero amor para cuidar y trabajar eficazmente en la salvación de los hombres…" -como nos dice el Beato Jordán. Es el mismo afecto que le impulsa en su misión de predicador.
6.-QUÉ SIGNIFICA PUES CONTEMPLAR EN UNA HISTORIA TAN PRECARIA Y TAN NECESITADA DE VIDA?
La contemplación es una actitud profundamente ética es decir vivencial. Es un acercamiento afectuoso, diría Tomás de Aquino a la realidad. Es una actitud amante y de búsqueda de la vida en medio de contextos en que la vida es un tímido sueño o una exigencia sumamente amenazada. Es la actitud del quedarse humildemente presentes.
La contemplación es una actitud de fidelidad profunda a Dios a la vida y a la historia. A través de todo eso escuchamos y vemos. Contemplar nos purificaría de todas aquellas actitudes arrogantes o superficiales que tenemos muchas veces frente a la vida y a los acontecimientos. Contemplar es volvernos silenciosos.
Lo mismo podríamos decir del estudio, que una vez más, en la tradición de la orden no es una actitud esporádica sino un estilo de vida una actitud permanente. Estudiar es como una ascesis de fidelidad a la vida a las personas. Es algo que se relaciona muchísimo con una actitud de pobreza de sencillez. El estudio en la tradición no tiene que ver nada con la acumulación de títulos y menos todavía con la acumulación ligado a una profesión. El estudio en la tradición hace parte de esa fidelidad continua, expresada a través de una búsqueda, una vida mendicante. En el estudio se ensancha la mirada y la mentalidad; en el estudio se aprende a esperar con paciencia.
Todo eso lo podríamos recuperar también en otro aspecto de nuestro estilo de vida que llamamos predicación. La predicación es algo que se cultiva en el silencio porque no es expresión de habilidad verbal y lógica sino la posibilidad de volver hablar y no como a veces pensamos, posibilidad de quitar la palabra o palabras fáciles para engañar, silenciar inquietudes y deseos como si fuera un opio.
Sin el silencio, no hay predicación porque no hay contemplación.
No hay oración, reflexión, estudio.
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