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Comunidad de Responsables MARIA AUXILIADORA

¿Acaso tambien ustedes quieren irse?

¿Acaso tambien ustedes quieren irse?

¿POR QUÉ LOS HERMANOS DE VAN?

Jn 6, 66-67

 

“Desde aquel momento, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no andaban con El.

Entonces JESUS pregunto a los Doce: ¿Acaso también ustedes quieren irse?

 

Introducción

Como sabemos, muchos hermanos «nuevos» no perseveran en la comunidad.

Las causas para que ello ocurra pueden ser muchas, pero una de las principales es que ellos no fueron edificado; no encontraron su lugar en la comunidad. Me explico. Si yo planeo construir una segunda planta en mi casa, y compro cuatro millares de ladrillos, pero tengo las pilas de ladrillos frente a mi casa, ¿están edificados? No. Solo están sobrepuestos y cualquiera puede llevárselos, por lo que tengo que pasármela cuidándolos. Pero si pongo manos a la obra y construyo con esos ladrillos, ya nadie se los podría llevar. ¿Por qué? Porque ya fueron edificados. De la misma forma, si cada hermano de la comunidad encuentra su lugar –o sea, su ministerio-, difícilmente se ira y ya no tendré que vivir sobresaltado, como lamentablemente ocurre con muchos lideres, temiendo que alguien se lleve a mi gente.

 

Lo que tiene que evitar el pastor es que se de cualquiera de estas dos posibles situaciones: que la persona, a pesar del tiempo transcurrido y las experiencias vividas, no este dispuesta a servir comprometidamente; y lo contrario: que se comprometa en demasiadas cosas y caiga en un desorden y activismo. En el primer caso, tendrá que estimularle a servir. En el segundo caso, le ayudara a discernir que es lo que realmente quiere el Señor de ella y ayudarle a ir dejando los otros compromisos que le distraen del cumplimiento de su misión.

 

Causas y Efectos

 

1. Autenticidad es el fruto en la vida de un cristiano convencido y maduro.

Donde hay un cristiano maduro, hay un hombre auténtico. La autenticidad se hace urgente cuando tomamos en cuenta el ambiente de la sociedad de hoy donde abundan muchas falsificaciones y se han refinado de sobremanera las técnicas de manipulación de la sociedad y de los individuos.

Quien quiera ser idéntico con su ideal, tiene que conocerlo y ponerse a trabajar de una manera práctica y real para identificarse con él.

 

2. Inautenticidad

Es una nota desafinada en la sinfonía del hombre auténtico, o como una grieta en la pared del hombre maduro. Se da por muchas causas.

La inautenticidad causada por el "qué dirán" consiste en adecuar el comportamiento a lo que los demás esperan de uno y no a lo que dictan las convicciones y opciones personales. No cabe duda de que está bien y es un acto de caridad pensar en el efecto que el propio obrar tiene sobre los demás. El peligro está en absorber o incorporar comportamientos falsos, como si se tratara de ponerse una máscara para representar un papel.

 

"respeto humano" es una de las formas más comunes de inautenticidad. Su causa se encuentra en una falta de valor personal, por la cual las convicciones se quebrantan ante la presencia de los demás. Cuando esto ocurre, el comportamiento ya no sale de lo profundo, sino del "qué dirán" de los demás. Como aquellos cristianos que rehuyen profesar su fe en público por miedo al "que dirán" o al simple hecho de ser ridiculizados.

 

3. Segundo tipo de inautenticidad brota del conformismo: cuando el cristiano, al margen de la propia opción por Cristo, se conforma con valores, actitudes y comportamientos del medio ambiente y de las pasiones. Podemos distinguir entre el conformismo de las costumbres y el conformismo de las ideas aunque en la realidad los dos se entremezclan. En el primer caso, tenemos las personas que siguen la moda: vestidos, comportamientos, coches, hábitos, etc. En el caso de un cristiano este conformismo puede darse en la adaptación a una conducta inspirada en modelos mundanos, en su comportamiento, en su manera de juzgar la realidad, etc.

El otro tipo de conformismo es todavía más insidioso. Se da entre jóvenes y adultos inmaduros. En el joven hay un afán de autoafirmarse; querría inventar todo de nuevo; quiere ser diferente, lo cual es muy bueno en sí. Ahora bien, el conformismo ocurre cuando este afán viene aprovechado por intereses y fuerzas ajenas al joven mismo. Se convierte así en un conformista ideológico de tipo político, social o simplemente en un rebelde.

 

Hay personas que no se entregan plenamente a lo que son y a lo que profesan. Por eso crean en sí mismos un vacío que tienen que llenar, puesto que carecen de una identidad; esto les conduce a adoptar papeles falsos o a buscar notoriedad de diversas maneras.

Habiendo visto ya qué es la autenticidad y cuáles son sus principales enemigos, podemos resumir todo lo dicho en esta frase "ser tú mismo y no una máscara".

 

El que de veras quiere formarse percibirá la necesidad de conocerse bien a sí mismo. No se puede comenzar a trabajar en forma alocada y ciega. Se requiere, para conseguirlo, un conocimiento del fin y de la base donde se parte. El fin está marcado por la identidad del cristiano maduro. El punto de partida y la base sobre la cual se ha de construir la personalidad madura son propios de cada uno y para llegar a conocerlos se requiere una seria labor de introspección. Entran en juego aquí los elementos de la conocida tríada: conócete, acéptate, supérate.

 

Para poder dar razón de nuestra fe y para vivirla con autenticidad necesitamos primero conocerla y estar convencidos de ella. Ciertamente nuestra fe es un don gratuito que hemos recibido de Dios, pero esto no significa que haya de ser irracional y ciega. Tenemos motivos para creer.

 

4. ¿Por qué es necesaria una formación en la fe sólida y profunda?

 

a) Nadie convence aquello que ignora.

Es un hecho que para que una realidad me convenza necesito primero conocerla. Sin conocimiento no hay convencimiento, y sin convencimiento no puedo desarrollar una vida de fe convencida y radiante. «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44).

 

b) Nadie puede convencer si no está convencido.

Si es verdad, como acabamos de decir, que para vivir convencido de la propia fe y amarla, es necesario antes conocerla, también es verdad la otra cara de la moneda: sólo quien está convencido de su fe puede convencer y contagiar a los demás del entusiasmo por este tesoro. «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14).

 

c) Se necesitan hermanos bien preparados.

«La mies es mucha y los trabajadores pocos» (Lc 10, 2). Estas palabras de Jesús también se refieren a la necesidad de laicos comprometidos. Por nuestra condición de bautizados y miembros de la Iglesia todos estamos llamados, cada uno en la medida y en el modo que el Señor le pida, a trabajar en la predicación del Evangelio.

La Comunidad necesita de hombres y de mujeres verdaderamente santos, convencidos de su fe, que sean capaces de dar testimonio valiente.

La Escuela de Evangelización es una buena alternativa.

 

5. La Coherencia y Discernimiento

¿Qué es?

Coherencia significa que se tiene “cohesión”, término que se usa en física para significar la unión que se realiza entre dos substancias. Coherencia significará, por lo tanto, la unión entre y entre. En el caso particular de los valores, podemos decir que somos coherentes cuando, al actuar, nuestra voluntad está de acuerdo con nuestro entendimiento; cuando nuestros actos están de acuerdo con nuestros principios; cuando nuestras palabras van de acuerdo con la verdad.

 

La coherencia de nuestros actos y de nuestras palabras está sobre todo en orden al testimonio ante los demás, pero acrecienta también la buena opinión que de nosotros mismos tenemos, porque la conciencia es la primera en echarnos en cara nuestras incoherencias.

 

a) ¡Cuánto daño ha hecho a la comunidad el mal testimonio de algunos hermanos!

El momento actual nos exige reforzar nuestra coherencia y actuar siempre conformes al Evangelio que predicamos.

 

En la vida podemos tener varias opciones, pero sólo cuando ponemos con claridad a Cristo como la primera opción, entendemos el sentido de la vida y podemos discernir las diferentes situaciones con que nos tenemos que enfrentar.

 

¿Qué criterios quedan cuando quitamos los criterios del evangelio que nacen de la experiencia personal de Cristo?

Pueden quedar los criterios derivados de modo diverso del egoísmo con todas sus implicaciones pero también con todo el vacío interior y el dolor inmenso que deja en el alma de cada uno y en el alma de los demás.

¿Quién puede decir que no es vencido en ocasiones por los defectos que tiene?

Cuántos males hay en el mundo a causa de los principios equivocados con que enfrentamos la vida… Qué difícil es enfrentar el matrimonio, la educación de los hijos, la vida de cada uno desde otros criterios diferentes a los criterios del evangelio. Muchas veces nos arrepentimos de lo que hablamos o lo que decimos. Preguntarnos si en nuestra vida comunitaria vamos o no siguiendo los criterios del Buen Pastor.

 

b) La parábola de la necesidad del discernimiento

Dos clases de profetas: Mt. 7,15-20

15. Tengan cuidado de los falsos profetas; se les acercan disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

16. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas?
17. Del mismo modo, todo árbol bueno da frutos buenos, mientras que el árbol malo da frutos malos.

18. No puede un árbol bueno dar frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.

19. Todo árbol que no da buen fruto se corta y echa al fuego.

20. Así que por sus frutos los conocerán.

 

c) Esta parábola nos invita a distinguir, a discernir.

Todos tenemos siempre la tentación de seguir el camino más fácil, o el más brillante, o el que parece darnos más satisfacción. En esta cultura en la que vivimos no podemos restarnos a ello. Estamos acostumbrados a demasiadas comodidades. Nos hacemos dependientes y creemos que no podemos vivir.

Sin embargo Cristo nos avisa con gran claridad sobre la necesidad de ir un poco más allá de lo inmediato, de atrevernos a preguntarnos por lo que quizá no se ve a simple vista.

 

Por ejemplo, en el cuento de los 3 chanchitos los 2 primeros prefieren cantar y bailar antes de construir la casa firme, y (en el cuento original), acaban siendo comidos por el lobo. El de la cigarra y la hormiga, el de la liebre y la tortuga, etc. Dentro de estos cuentos esta la sabiduría y la ética del ser humano. Podemos ser personas que vivan al día y no pensemos en el fruto del mañana. Si quiero uvas, no puedo sembrar espinas. Si quiero higos no puedo sembrar abrojos.

 

d) La vida es una y se vive una sola vez.

La vida no se puede jugar con superficialidad, no se puede gastar con inconsciencia. Si me equivoqué no hay botón de “reset”, de volver a comenzar. Los principios que elegimos para que rijan nuestra existencia son tan importantes, porque en ellos nos jugamos los frutos de nuestra misma existencia.


Jesús, a diferencia del mundo que nos rodea, y que nos invita a no preocuparnos en exceso por las decisiones que tomamos, nos propone la urgencia de fijarnos bien en nuestras elecciones, en el modo en que enfrentamos la vida, en los frutos que queremos obtener. Planear, predecir. Lo que elegimos para hacer, nos dará ciertos frutos. Si la semilla que elijo para plantar es de abrojos ¿Cómo me va a dar higos? Y esta en mí, hacer la elección de lo que planto.

 

Ciertamente que siempre puede parecer más sencillo el buscar el placer inmediato y presente, en contra de una visión de frutos para el futuro y para la trascendencia. La experiencia repetida una y otra vez es la misma, no podemos tomar a la ligera los frutos que queremos obtener de nuestra vida, y una existencia basada en la superficialidad, en lo inmediato, lleva a la frustración y a la muerte. Y esto no es filosofía abstracta.

Del árbol malo, frutos malos, del árbol bueno, frutos buenos.

 

e) La parábola de la necesidad de saber sobre qué (quién) se construye.

Dos tipos de discípulos: Mt 5, 21-29.

21. «No todo el que me dice: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos.

22.  Muchos me dirán aquel día: "Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"

23.  Pero yo les responderé: No los conozco. ¡Apártense de mí malvados!"

24. «El que escucha mis palabras y las ponga en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca.

25. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y arremetieron contra la casa; pero no se derrumbo cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

26.  Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica, es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena.

27. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se chocaron contra la casa. Y  su ruina fue grande».

28. Cuando Jesús termino este discurso, la gente quedo admirada de su enseñanza,

29. porque les enseñaba con autoridad, y no como los maestros de la ley.

 

6. ¿Sobre que construyo?

    ¿En que me baso para discernir?

Jesús avisa con claridad que no se puede ir por la vida de cualquier manera. Hay un modo de ir por la vida, el de quien busca la voluntad del Padre celestial. Esta voluntad no es algo ajeno al ser humano. Al contrario, constituye su esencia más interior, porque constituye la identidad con la que fue creado para ser feliz para siempre.

 

7. La voluntad de Dios no es ajena a la mía, es mi propia felicidad.

Por eso solo es feliz quien hace la voluntad de Dios. El ser humano puede creer que busca la felicidad, pero la realidad es la que dice si en efecto la está buscando y se constata en la medida en que la vida se construye o se derrumba delante de Dios.

 

Fui creado solo por que Dios quiere que sea feliz. “Solo entrará en el reino de los cielos el que quiera ser feliz, el que cumpla con la voluntad de mi Padre”.

Ciertamente que a nadie le toca juzgar más que a Dios, pero los principios sobre los que construimos la vida, van siendo lo que nos conducen a la felicidad o a la desgracia. Por eso el ser humano tiene que basarse sobre la roca de la que Jesús habla en su parábola. Esta roca es el mismo Cristo. El que hizo la casa sobre arena, no quería que se cayera, pero el hecho es que se cayó…Por tanto dirigir nuestra vida desde la experiencia de Cristo.

 

¿Cuáles son estos principios fundamentales para el ser humano?

a)      La decisión de Dios de hacer al ser humano a su imagen y semejanza

b)      El espíritu divino como inicio de la vida del ser humano. El aliento o soplo de Dios, el Espíritu Santo que es el amor.

 

El primer principio, el origen y el fin del ser humano es por lo tanto el amor. De ahí brotan todos los otros principios de la vida humana. El amor es principio esencial del ser humano y eje rector de todos los comportamientos y juicios que la persona hace sobre si misma y la realidad que la rodea. Nada puede ir en contra del amor, nada puede ir por encima del amor.

 

Pero ¿en qué consiste este amor?

El amor no es un sentimiento lleno de romanticismo, sino que el amor es la entrega real y cotidiana de la propia vida por el otro.

Este es el ejemplo que el mismo Cristo nos da al definirnos con su existencia la esencia del amor. El amor que brota de Cristo es la roca de todos nuestros principios y el principio de nuestra felicidad. Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único…
Ser hombre de principios es por lo tanto y por encima de todo, ser una persona que ama y que ilumina todas las realidades de su existencia desde el amor al estilo de Cristo.

 

8. El AMOR se hace COMPROMISO

“Qué tengo yo que mi amistad procuras. Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de nieve pasas las noches del invierno obscuras.

¡OH cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!”.


Dios ha querido hacerse hombre para ver si era capaz de conmovernos el corazón y así poder entrar en nuestra vida. Cristo toca el corazón de todos los hombres para que seamos capaces de abrirle, seamos capaces de escucharle, seamos capaces de amarle. Pero Cristo sólo entra en nuestra vida cuando nosotros se lo permitimos.

Jesús en Belén es una llamada de Dios para que nuestro corazón sea capaz de abrirse a Él, es una invitación de Dios al amor. Jesucristo en el pesebre no sólo nos invita a amar, también nos invita a comprometernos, porque cuando el ser humano ve a Dios hecho Hombre en una cuna, no puede dejar de hacerlo. Es tanto lo que Dios me ha amado, que ha querido llegar hasta el extremo de ser Él mismo objeto de compasión, de misericordia.


Ésta es la forma con la cual Dios llama a la puerta de cada ser humano.

De manera que, sin coartar la propia libertad, al mismo tiempo pueda sacar de ella el amor que transforma. Porque solamente cuando el hombre es capaz de amar profunda y auténticamente a Dios, es capaz también de amar profunda y auténticamente a sus semejantes. Cuando un hombre no es capaz de amar a Dios, qué difícil es que sea capaz de amar a otro hombre. Si no soy capaz de sentir compasión de Dios que por mí se hace Hombre, ¿voy a poder sentirla por un hombre como yo?

 

Si fuéramos capaces de romper con el egoísmo, al mismo tiempo romperíamos con muchas de nuestras opresiones internas, porque como dice el Papa Juan Pablo II: “El hombre no puede vivir sin amor”.

El amor es un compromiso serio, claro y exigente. Por eso cada vez que eludo el compromiso, eludo el amor. Cuando no me comprometo, en el fondo, es que en mí hay egoísmo. Estas palabras pueden sonar muy fuertes, pero nos tiene que animar la certeza de que el hombre es la única creatura capaz de rescatar cualquier situación de su vida. No hay ninguna situación que no sea rescatable cuando en la persona humana hay esa voluntad, ese deseo.


El amor es, necesariamente, compromiso. Por eso Dios se compromete en su Hijo, se nos da en su Hijo, Dios se encarna en su Hijo. Porque el amor de Dios es compromiso, el nuestro también tiene que serlo. En primer lugar, compromiso con Dios; en segundo lugar, compromiso con los demás; y en tercer lugar, compromiso con nosotros mismos.

 

No hay que olvidar que el compromiso auténtico tiene dos características: sinceridad y exigencia. Sólo cuando la persona es sincera y exigente con ella misma, es auténticamente comprometida, auténticamente amante y auténticamente libre. De esta misma manera, la verdadera Navidad es la que compromete, la que transforma, la que consume. Si queremos sanar nuestro corazón y los corazones de los que nos rodean tenemos que asumir un compromiso como el de Dios: serio, claro y fuerte. No nos queda otro camino más que el compromiso auténtico, sincero y exigente.


Lograrlo no es fácil, porque todos somos conscientes de que aunque nos digan las cosas, no las hacemos; aunque sepamos cómo llevarlas acabo, sólo hacemos aquellas que nos gustan. Sin embargo, en la medida que estemos dispuestos a hacer objeto de nuestro amor el compromiso, nuestro amor será auténtico, porque estaremos haciendo que nuestra vida se consuma dando luz.

 

Lc 15, 4.

¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto

y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?

 

Salamanca, 19 de Octubre del 2008.

1 comentario

Gloria Darty -

Alabo y doy Gracias a Dios por ese Mensaje/Estudio Biblico. Ha sido de bendicion a mi Crecimiento Espiritual y a mi Espíritu y de mucha revelación. Dios le continue bendiciendo y usando con poder de lo alto.