Familia Comunión de AMOR y VIDA
Familia: Comunión de Amor y de Vida
El bien mas anhelado de las familias, mas que el pan cotidiano, la casa, el trabajo, la salud, el éxito, es el del buen acuerdo, del buen entendimiento, de la reciproca serenidad. La Familia esta llamada a ser una Comunidad de Amor y de Vida, en la cual las diversidades deben concurrir a formar una: Comunión de Amor y de Vida.
Objetivo:
Animar a los esposos y padres cristianos que nos exijamos obediencia a la fe, ya que somos llamados a acoger la Palabra del Señor quién nos revela la Buena Nueva de su vida conyugal y familiar. En efecto, solamente mediante la fe podremos descubrir y admirar con gozosa gratitud a que dignidad ha elevado Dios nuestro matrimonio.
Introducción
En la actualidad vemos que se pretende desconocer la familia fundada en el matrimonio y poner en duda este gran bien de la sociedad.
Frente a estas realidades como el divorcio, la manipulación de los embriones, el problema de la píldora abortiva, la legalización del aborto, la infidelidad, la desorganización familiar, la homosexualidad, nos hemos quedado sumisos a tan violenta agresión de parte de sectores de la sociedad moderna.
Por esta razón queremos poner énfasis en las enseñanzas básicas que, sobre el matrimonio, nos da el Magisterio de la Iglesia, para que cada familia diga ¡Familia, sé lo que eres y cree en lo que eres.
Familia: Comunión de Amor:
La Familia, fundada sobre el matrimonio, nos dice el Santo Padre en Familiares Consortio, es comunidad de vida y de amor conyugal, es felicidad sin reserva, el hombre y la mujer se dan el uno del otro y se aman con un amor abierto a la vida.
La familia no es producto de una cultura, el resultado de una evolución, un modo de vida comunitaria atado a una cierta organización social. Es una institución natural, anterior a toda organización política o jurídica. Tiene su consistencia en una verdad que ella no produjo, pero que viene de Dios, que es voluntad de Dios, su fuerza, su consistencia.
El Plan de Dios no puede ser marginado. Está arraigado en la familia, en el misterio divino, hecho del que no hay que dudar o de imaginar otros “modelos de familia”.
La Familia cristiana testimonia sus energías, su vitalidad y su esperanza. Ella es como la luz que “brilla en los ojos de los hombres” según la imagen del evangelio ( Mt.5,14.16 ).
Familia: Formadora de Personas:
El matrimonio se configura como comunión de personas que se abre a una comunión más amplia: la comunión familiar, entre todos los miembros de la familia.
La familia aparece como el lugar del don de la persona. Esta corresponde a la vocación profunda del hombre y la mujer, porque estos no pueden realizarse sino por la donación sincera de si mismo.
En efecto a la luz del misterio de Cristo, la familia se constituye en el símbolo humano del amor de Cristo y de la Iglesia (Ef 5,32). Esta donación de la persona a la persona, repercute y se realiza en la donación a la persona del niño.
Familia: Servidora de la Vida
Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la vida. Es una tarea que corresponde principalmente a los esposos, llamados a transmitir la vida, siendo cada vez más conscientes del significado de la procreación, como acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta que la vida humana es un don recibido para ser a su vez dado.
La familia asume una visión renovada de la sexualidad en el cuadro de la comunión, cuerpo y alma de los cónyuges. Por esta razón el S.S. Juan Pablo II subraya que la contraconcepción (evitar la concepción) es anticonyugal y bendice la relación del amor verdadero entre los esposos. El niño no es objeto de derecho, menos aún un objeto de posesión.
Debemos entender el trabajo médico sobre los períodos de fertilidad y sobre el ritmo biológico de la mujer progresa, reconociendo más el valor científico de los métodos naturales. Pues estos métodos constituyen una pedagogía para un amor respetuoso de la especificidad femenina; llaman a un verdadero diálogo de la pareja. Estos métodos son muy precisos, cuando justas y graves razones demandan el espaciamiento de los nacimientos.
La Mujer y la Vida
La familia debe estar abierta a la vida. Esta misión atañe especialmente a la mujer, quien no puede olvidar su papel en la familia o tomar a la ligera el hecho de que toda vida nueva está confiada totalmente a la protección y al cuidado de ella.
La mujer está llamada a ofrecer lo mejor de si al niño que crece dentro de ella. Su misión materna es también fundamento de una responsabilidad particular. La madre está puesta como protectora de la vida. A ella le corresponde acogerla con solicitud, favoreciendo ese primer diálogo del ser humano con el mundo, que se realiza precisamente en la simbiosis con el cuerpo materno. Aquí es donde comienza la historia de todo hombre.
La familia debe entender este orden natural, es necesario oponerse a la falsa concepción según la cual el papel de la maternidad es opresivo para la mujer y que, un compromiso con su familia, particularmente con sus hijos, le impide influir en la sociedad. Así se perjudica no sólo a los hijos sino también a la mujer e incluso a la sociedad.
Por eso es importante reconocer, aplaudir y apoyar la presencia de la madre en la familia, tan importante para la estabilidad y el crecimiento de esta unidad básica de la sociedad.
La familia y el ciudadano del mañana
La familia, tal cual es, no es una realidad cerrada sobre si misma, ni un jardín secreto reservado a la vida privada. Ella forma a los ciudadanos del mañana, comunica a estos valores humanos capitales para la vida de una nación, introduce sus niños en la sociedad, por ello, la familia juega un rol esencial.
La familia es patrimonio común de la humanidad. Como dice ya el Concilio Vaticano II, ella constituye “célula primera y vital de la sociedad”. Esta verdad sobre la familia no es solamente un patrimonio de los creyentes, constituye una riqueza para toda la humanidad. La razón natural, además de la Revelación Divina contienen esta verdad.
El futuro de la humanidad se le reconoce, hoy, a la familia. La iglesia no considera esta lucha por los derechos de la familia en la sociedad como dominio privado. Pero ella se está empeñando en esta lucha. Ha tomado sus responsabilidades frente a la humanidad.
Preguntas para el diálogo entre los esposos:
- ¿La oración en familia refuerza la solidez espiritual y ayuda a que esta sea participe de la fuerza de Dios? ¿Por qué?
- ¿La familia está considerada en un papel secundario excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad? ¿Por qué?
Para el amor
La reflexión sobre el amor nunca terminará. Hacer esta reflexión nos ayuda además, a enriquecer cada día su vivencia. Es un largo caminar. Un misterio que está en la raíz de nuestro ser, que hace apasionante nuestro existir. Es que bajo el término amor se llegan a decir tantas cosas que debemos saber muy bien que no todo lo que llaman amor, es amor. Y tener muy claro que:
- Una cosa es querer, y otra muy distinta amar.
- Del amor al odio no hay un paso, sino un abismo.
- El que ama da, más de lo que espera.
- El amor nunca muere, o no es amor.
- Sólo el amor le da sentido a todas las cosas.
El amor conyugal tiene sus rostros que nos lo definen:
- Aceptar al otro tal y como es.- Asumir al otro en todo su ser y potencialidad.
- Darse.- Don de sí mismo al otro por la palabra que los comunica, el encuentro sexual que los une en exclusividad y la respuesta a la atención prestada al otro.
- Acogerse.- Recibir, guardar, saborear al otro.
- Gratitud.- Por la dicha de haber sido el recipiente del don.
- Comunión.- Es la presencia del Espíritu en el que todos somos uno.
Y "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó". Hombre y mujer por su creación son de la misma naturaleza; pero sus modalidades son distintas aunque complementarias, que al unirse la pareja hacen que formen un solo ser.
Para la felicidad
“Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. ...no que Dios los haya hecho ‘a medias’ e ‘incompletos’; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser ‘ayuda’ para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une”. Dios creó al hombre para la felicidad, “no es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Nada como su semejante para ayudarle a vivir este plan de dicha que Dios trazó a la humanidad. Y en la grandeza de este misterio, la mujer y el hombre, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador, al trasmitir a sus descendientes la vida humana. Toda una responsabilidad frente al mundo, y que Dios le quiso confiar al ser humano.
Para la santidad
La santidad no es una opción, sino el camino querido por voluntad expresa del Señor, como lo dice San Pablo: “la voluntad de Dios es que se hagan santos...”. La santidad es una meta a la que se debe tratar de llegar con todo nuestro esfuerzo y cooperación, es una obligación precisa para alcanzar la plenitud. El querer ser santo nace de nuestro ser cristiano.
Este camino de santidad que todos estamos invitados a recorrer, es el único que verdaderamente conduce hacia nuestra plena realización personal. Santidad y realización personal se identifican. La vocación a ser santos es nuestra misma vocación a ser persona humana abierta al encuentro con Dios.
El ser humano está sellado en lo más hondo de su persona por una intensa necesidad de infinito, de trascendencia plena, porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios para abrirnos desde nuestra libertad al encuentro con Dios Amor y de igual manera a los demás hombres.
El amor conyugal y el amor de Dios, no se excluyen sino que se conjugan, y todas las exigencias de la vida cristiana pueden ser vividas en pareja. Este es el gran descubrimiento de la espiritualidad conyugal. Los cristianos casados también estamos llamados a la santidad. Para nosotros, no es una simple llamada individual, sino un camino a recorrer juntos. El sacramento del matrimonio es nuestra forma de ser cristianos, nuestra opción vital en una ofrenda. Es la llamada peculiar a vivir la santidad.
La santidad en el matrimonio consiste en aprender a vivir en esa actitud de para ti en vez de para mí. La pareja cristiana que conoce el estado de gracia conyugal, que se alimenta de la Palabra de Dios y del Pan de Vida, participa realmente en la vida eucarística. Hace de toda su vida una hostia santa. Marido y mujer son signo, sacramento del amor de Dios, el uno para el otro, y los dos juntos para sus hijos y para el mundo.
Un matrimonio feliz no es aquel que ha logrado superar las dificultades que se les ha presentado y que se encuentran maduras para vadear los conflictos que le vendrán. Es necesario haber creado un sentido de trascendencia, saber que más allá hay un destino eterno, pero que aquí y ahora se cultiva.
No nacemos santos. Nos hacemos santos. El hogar debe ser el molde para esa santidad. Por eso, los esposos han de buscar la santidad; pero esa búsqueda no se agota en el logro de su propia perfección, sino que se propaga, o debería propagarse, en los hijos y todos aquellos que están al entorno.
Vivir en comunión
Que está mucho más allá del hecho de estar juntos. Es, además, la unión verdadera puesto que se pone en común todo. Y vivir en comunión es en definitiva el verdadero sentido de unión para toda la vida con todas las condiciones y situaciones, en las buenas y en las malas.
Es lo que determina el hacer una sola carne, donde ambos se pertenecen, se entregan, se encuentran. Pero, “la comunión es un don” por eso, en la comunión se recrea la imagen de Dios.
Salamanca, 24 de Marzo del 2009.
0 comentarios