Maria: Hoy, Ayer y Siempre
COMO HABLAR HOY DE LA VIRGEN MARIA
Cuando hay que hablar de María se encuentra uno como en apuros. No sabe por donde empezar, ya que la Virgen es un mundo terreno y divino al mismo tiempo. El nombre de María, parece uno de los más difíciles de pronunciarse para los cristianos de hoy. Se calla fácilmente de ella en la investigación, en los libros, en la oración cotidiana:
- Unos, porque dicen que no sienten interés por María, la madre de un Señor en el que poco o nada creen y sobre todo, en el que no viven.
- Otros porque, a pesar de haber transcurrido varios años desde que termino el Concilio Vaticano II (C.V. II), no han alcanzado a entender aun las líneas señaladas para situar a María en el lugar que le corresponde en el pensamiento y en la vida del cristiano, que es el mismo que le corresponde en la historia de nuestra salvación y han preferido no hablar de ella ni pensar en ella, como si el único camino para no deformar la figura de la Madre fuera ignorarla.
- Otros, en fin, porque en resumidas cuentas, no saben quien es María y no lo saben porque no se han molestado en abrir las paginas de la Biblia donde aparecen los misterios de la vida de Cristo, que es hijo de María. Por esto nos sobra razones para quienes amamos a María. Porque María camino y estuvo en la historia, hoy la vemos alejada de muchos que, por otra parte, no quisieran perderla, prueba de lo cual es que la buscan por caminos equivocados y hechos extraordinarios: No la buscan en la Palabra de Dios, pero si en el santuario o en la peregrinación o en la aparición mas o menos autentica.La Iglesia nos invita a tener presente ciertos criterios en la visión de María, criterios que estaban muy en desuso en la piedad y en la vida mariana antes del C.V. II y de manera peculiar en cierta abundancia de la devoción mariana propia de países tan imaginativos y frescos en su pensar como alejados de la realidad en su reflexión. Ante todo nos invita a encontrar a María tal como aparece en el Evangelio y no precisamente en las creaciones de la imaginación, sino en su puesto como Madre del Señor Jesús, con la totalidad de su función, que es demasiado grande como para que necesite aditamentos. Reencontrarla así, cercana a nosotros como estuvo cercana a Jesús y a sus discípulos, a la Iglesia primitiva. Que no tengamos que buscar una Virgen milagrosa en el Evangelio, porque no la vamos encontrar, ya que no hizo ninguno, aunque dio a luz al Verbo de Dios y provoco el primer signo en Cana de Galilea. Dentro de este criterio de atenerse a la Palabra de Dios, también nos invita a ver a María en su propia historia, que es parte de la historia de la salvación. Y por lo mismo ver: “La historia de su alma, del desarrollo de su fe y la historia de su misión” Ante todo, el desarrollo de su fe. Es que, a fuerza de votos, muchos teólogos marianos nos tenían acostumbrados a una Virgen-Vidente desde el principio de su ser y no a una Virgen que tuvo que ignorar, dudar y creer y por lo mismo fue declarada dichosa por haber creído, es decir, porque, como nosotros, tuvo que vivir toda la aventura de la fe con sus consecuencias de oscuridad, noche y sufrimientos. Nos recuerdan lo que con igual encarecimiento nos puso de presente el C.V. II sobre la Virgen que: “Lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la Virgen María mediante su fe”, una fe que no es distinta de la de los demás, puesto que también ella, como nosotros, fue peregrina y tenia para su fe los mismos instrumentos que nosotros tenemos a nuestra disposición, si no es que el principal, Jesús con su Espíritu, estaba mas cercano de ella. Nos invita también a encontrar en María la función esencialmente eclesial que le corresponde en nuestra vida espiritual, para lo cual, a su vez, tenemos que darnos cuenta de que la Iglesia no es un simple recipiente de nuestra existencia como cristianos y caminantes, sino que la Iglesia es la esencia misma de nuestro peregrinar y en ella querámoslo o no, María tiene una función dispuesta por la elección Divina. Pablo en su carta a los Galatas solamente habla una vez de María cuando nos dice que el hijo de Dios nació de una mujer. (Ga 4, 4) Lucas en los Hechos de los Apóstoles presenta a María en oración en medio de la primera comunidad cristiana, en espera de la efusión del Espíritu Santo (He 1, 14). Marco también menciona a María y nos comenta en su Evangelio. Como era mucha gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: “Oye, tu madre, tus hermanos y tus hermanas se encuentran fuera y preguntan por ti”. (Mc 3, 31-35). Evidentemente, seria demasiado largo detenernos en los detalles de todo lo que dicen en los evangelios sobre la madre de Jesús, aunque es poco. El papel de María es muy escondido para ellos, podría decirse que solo por casualidad y que solamente cuando tienen que referirse a la madre de Jesús, la mencionan en episodios que no se refieren directamente a ella. Juan introduce a María en la vida publica de su hijo cuando, en las bodas de Cana (Jn 2, 1-12), ella solicita a Jesús que realice su primer milagro. Es la iniciación del misterio de intercesión de la madre ante su hijo que no le niega nada. Es también en esta ocasión cuando los apóstoles tienen el primer conocimiento de María, la madre de su Maestro. La verdad hermanos es que los Doce todavía no comprenden mucho el misterio insondable de Jesús; menos aun el misterio de su madre en su maternidad excepcional. Pero por su intercesión discreta María hace crecer la fe de ellos. Porque, aquel primer milagro conseguido por la intercesión de María, revela la gloria de Jesús: Y creyeron en él sus discípulos, nos puntualiza Juan. La maternidad espiritual de María, Madre de la Iglesia, se anuncia ya desde aquí. Alcanzara su culminación al pie de la cruz, al final del misterio publico de Jesús. Es que a esta presencia de María al principio de la vida publica corresponde. También es Juan, que resalta la presencia de María al pie de la cruz al final del ministerio publico de Jesús (Jn 19, 25-27). Por una intención manifiesta, varios pormenores de las dos escenas se corresponden y se hacen eco. Cana es el comienzo de la glorificación de Jesús: La hora de este comienzo se anticipa por intercesión de María: “Mujer ¿Cómo se te ocurre? Aun no ha llegado mi hora”. Es como si Jesús le dijera a su madre: ¿Que quieres mujer? ¿Que tengo yo contigo, mujer? Es un sentimiento para rehusar una intervención que se juzga inoportuna. Pero Jesús no puede rehusar lo que su madre le pide. Es, sobre todo, el apelativo mujer lo que resulta insólito y que solamente se clarifica acudiendo a la presencia de María junto a la cruz, cuando la hora de la glorificación ha llegado y se consuma gracias y por medio del retorno del Hijo a la derecha del Padre: Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Jesús proclama la maternidad espiritual de María que se convierte, no solamente en la madre espiritual de Juan, sino en él, la madre de todos los que creen en Jesús, representados allí por el discípulo a quien Jesús amaba. Por esto dice al discípulo y a todos nosotros: “Ahí tienes a tu madre” La expresión mujer, se clarifica como una evocación a la mujer Eva, la madre de todos aquellos a quienes la muerte del nuevo Adán, trae a la vida. Estas implicaciones de la expresión mujer se justifican en el conjunto del Evangelio Espiritual de Juan, él mas teólogo de los evangelistas. En él aparece María de pie junto a la cruz como la nueva Eva, con el alma traspasada por una espada (Lc 2, 35.) Y más claramente corredentora, asociada a la obra redentora de su Hijo que solo El podía realizar. Corredentora y nuestra madre espiritual, ella colabora a nuestra generación de hijos de Dios a través de su dolor. Desde Cana ella nos conduce hacia Cristo. A lo largo de los siglos, el Señor ha querido multiplicar las señales de su asistencia misericordiosa y nos ha dejado a María como faro poderosísimo para que sepamos orientarnos cuando estemos perdidos.Yo soy la Madre del amor hermoso, en mi esta toda la esperanza de vida y de virtud (Ecl 24, 24.)
ORACION
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación,mira a la estrella, llama a María.
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