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Comunidad de Responsables MARIA AUXILIADORA

EVANGELIZANDO CON PODER

EVANGELIZANDO CON PODER

CISTERNAS AGRIETADAS

Jer 2,13.

Doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a mí que soy manantial de aguas vivas y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua”

INTRODUCCION

El Pueblo judío, después de su experiencia en el desierto, conocía bien la importancia del agua. En una región como Palestina, donde el agua no abunda, sé hacia indispensable construir cisternas para conservar el agua. Encontrar agua en medio del desierto era hallar un tesoro y se guardaban los pozos más que las joyas, pues de ellos dependía la vida. Estas cisternas se cavaban en piedra porosa y luego se impermeabilizaban con una mezcla de cal y arena. Sin embargo, siempre existía la posibilidad de que se agrietaran y dejaran escapar el agua. Además, la calidad del agua estancada no admitía comparación con la que brotaba de la fuente. La Sagrada escritura habla de Dios como la fuente de las aguas vivas; el justo es como un árbol plantado junto al borde del agua viva, que produce frutos incluso en tiempo de sequía. 

EL PECADO ES EL MAYOR ENGAÑO

El pecado es el mayor engaño que puede sufrir el hombre y el único y verdadero mal.

Jesús, en el coloquio con la samaritana, manifestó que Él es la fuente capaz de saciar a las almas con agua viva. En la fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas, en la que los judíos recordaban su paso por el desierto acampando en tiendas, Jesús se presenta como el único que puede apagar la sed de las almas. En él último día, escribe San Juan, el día más solemne de la fiesta, estaba allí Jesús y clamo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba quien cree en Mí. Como dice la Escritura, brotara de su seno ríos de agua viva. Solo Cristo puede calmar la sed de eternidad que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón, solo Él puede hacer que nuestra vida sea fecunda. Muchos Santos han visto en el costado abierto de Cristo, del que brota sangre y agua, el origen de los sacramentos, que dan la vida sobrenatural.

En este contexto nos suenan con especial fuerza hoy las palabras del Profeta Jeremías al hablarnos del abandono de su pueblo y en un sentido más amplio, del pecado de los hombres, de nuestros pecados: Que los cielos se asombren espantados por eso, palabra de Yave: doble falta ha cometido mi pueblo; me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua.

Todo pecado es separación de Dios. Se abandona por nada el agua viva que salta a la vida eterna; intento frustrado de apagar la sed en otras cosas y muerte. Es el mayor engaño que puede sufrir el hombre, es él autentico mal, puesto que arrebata la gracia santificante, la vida de Dios en el alma, que es el don más precioso que hemos recibido. El pecado es siempre El pecado convierte al alma en verdadero pedregal en el que es imposible que crezca la gracia y se desarrollen las virtudes; tierra seca, endurecida, llena de espinas, como nos relata Mateo en: “La parábola del sembrador”. Mt 13,5-6. El pecado, el abandono del manantial de aguas vivas, para cavar pozos agrietados, significa la ruina del hombre.

LOS EFECTOS DEL PECADO

Fuera de Dios, el hombre solo encontrara infelicidad y muerte; el pecado es un vano intento de guardar agua en un pozo agrietado, roto. .

Es verdad que el motivo que nos ha de llevar a odiar el pecado, es sobrenatural: que Dios lo aborrece con toda su infinidad, con odio sumo, eterno y necesario, como mal opuesto al infinito bien; pero la primera consideración, que te ha apuntado, nos puede conducir a esta ultima: la soledad que deja en el alma el pecado nos debe también mover a alejarnos de él. No sin razón se ha dicho que con mucha frecuencia

El pecado endurece el alma para las cosas de Dios. En el Evangelio Jesús, cita al Profeta Isaias: “Por mas que oigan no entenderán y por mas que miren no verán. Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón”.  Mt 13,10-17. Basta echar una mirada a nuestro alrededor para ver, con pena, como estas palabras del señor son también una realidad en muchos que han perdido el sentido del pecado y están como embrutecidos para las realidades sobrenaturales.

El pecado mortal aparta al hombre radicalmente de Dios, porque priva al alma de la gracia santificante; se pierden todos los méritos adquiridos por las buenas obras realizadas y deja al alma incapacitada para adquirir otros nuevos; queda en cierto modo sujeta a la esclavitud del demonio; disminuye la inclinación natural a la virtud, de tal manera que cada vez le es más difícil realizar actos buenos; en ocasiones tiene efectos también sobre el cuerpo: falta de paz, malhumor, desidia, voluntad floja para el trabajo; se provoca un desorden en las potencias y afectos; produce un mal a toda la Comunidad y todos sus miembros y una separación de ellos, aunque externamente quede inadvertido: de la misma manera que todo justo que se esfuerza por amar a Dios eleva al mundo y a cada hombre, todo pecado

Todo pecado esta íntima y misteriosamente relacionado con la Pasión de Cristo. Nuestros pecados estuvieron presentes y fueron la causa de tanto dolor; ahora, en cuanto esta de nuestra parte, crucifican de nuevo al Hijo de Dios. Heb 6,6. Con la ayuda y la misericordia divina, porque nadie esta confirmado en gracia, el cristiano que sigue de cerca de Cristo no cae habitualmente en faltas graves. Pero el conocimiento de la propia debilidad ha de llevarnos a evitar con esmero las ocasiones de pecar, aun las más lejanas; a practicar la mortificación de los sentidos; a no fiarnos de la propia experiencia, de los años quizá de entrega, de una formación esmerada. Y hemos de pedir al Señor aborrecer todo pecado y toda falta deliberada, la finura de conciencia para detectar incluso las faltas leves y desear purificar el alma en la frecuente Confesión, para no perder el sentido del pecado, esa tremenda realidad que parece ajena a una buena parte de la sociedad a la que pertenecemos, porque ha dado la espalda a Dios.Le decimos a Jesús:

LUCHA CONTRA LAS FALTAS

Para entablar una lucha decida contra el pecado es preciso reconocer sin excusas ni disculpas nuestros errores diarios, llamándolos por su nombre, sin buscar justificaciones que impidieran el dolor y la contrición y la lucha por evitarlos: omisiones en nuestros deberes, en la comunidad, en el trato con Dios; juicios negativos sobre los demás; ambiciones menos nobles o desordenadas: de ser el centro de los demás, de mandar, de tener mas de lo que se necesita; movimientos de envidia, malhumor que se vierte en los demás; pocas atenciones en la vida de familia; deseos consentidos de ser servidos en vez de servir. Son verdaderos pecados veniales, porque la voluntad se resiste a secundar el querer de Dios, prefiriendo el propio capricho o el juicio propio en algo contrario a la voluntad de Dios, aunque no suponga una ruptura con Él. No se compagina el empeño por estar cada día mas cerca de Jesucristo con admitir cosas que separan de Él. Cada falta venial deliberada es un paso atrás en nuestro camino hacia Dios; es entorpecer la acción del Espiritu Santo en el alma: ¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven! ¡Dichosos los oídos de ustedes, que oyen! Mt 13,16.

Secretos: se trata de los designios de Dios, que ahora son revelados, a nosotros, que estamos sedientos de Dios, que queremos dejar a un lado y aborrecer de verdad todo aquellos que nos separara o retrasa, nos dice el mismo Jesús: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Jn 4,10-15.

El agua viva que promete el Señor no se puede guardar en vasijas rotas por el pecado mortal o agrietadas por los pecados veniales. La Confesión restaura el alma, la purifica y la llena de gracias.

LAS INFIDELIDADES DE SU PUEBLO

Así dice Yave: “Aun me acuerdo de la pasión de tu juventud, de tu cariño como de novia, cuando me seguías por el desierto, por la tierra sin cultivar” Jer 2,2.  Jeremías, lo mismo que Oseas, recurre al simbolismo de la unión matrimonial para referirse a la relación del Señor con su pueblo Israel. En el desierto, los israelitas todavía no estaban expuestos a la tentación de rendir culto a los dioses de la fertilidad, como lo estarían mas tarde, después de su entrada en Canaán. Esta visión idealizada de la época del desierto contrasta con la que presenta el profeta Ezequiel. Para este ya en el desierto los israelitas se rebelaron contra el Señor y desobedecieron sus leyes. Ez 20,13. Entonces el Señor, penso descargar su cólera contra ellos y hacerlos desaparecer en el desierto. Sin embargo Dios que es fiel se acordó de su alianza cuando eran jóvenes y estableció una alianza eterna.

Su pueblo conocedor de la bendición recibida por Yave y que había previsto su camino por desierto sin que nada les halla faltado le fue infiel: los sacerdotes no le buscaron, los instructores del pueblo no le reconocieron, los jefes se rebelaron contra Yave y los profetas hablaron en nombre de Baal y se fueron tras ídolos que no sirven para nada. Jer 2,8. Doble falta ha cometido mi pueblo. La acusación va dirigida, ante todo, contra los principales responsables. En primer lugar, contra los sacerdotes, no en cuanto ministros del culto, sino en su función de instructores, es decir, en cuanto depositarios de la Ley y encargados de enseñarla al pueblo. Os 10,10. Luego, contra los jefes, los pastores, de quienes esperaba que establecieran un orden social justo. Jer 22,13-19. Finalmente, contra los profetas, infieles a su misión de proclamar la Palabra de Dios. Jer 1,9-10.

Hermanos la maldad del hombre fruto de su infidelidad nos incita a confiar en Dios que nos dice: “Ni tu vestido se ha gastado, ni tu pie se ha lastimado” Dt 8,4. Porque a nadie le ha permitido que nos oprimiera. Él hizo un pacto para que no nos hagan daño. Os 3,20. Pido que tengan animo, que se afiancen en el amor y que tengan plenamente desarrollados los dones de entendimiento, para que puedan penetrar en el gran secreto de Dios que es Cristo: < ¡Qué maravilloso es tu amor, oh Dios! ¡Bajo tus alas, los hombres buscan Protección! Sal 35,6-11.

Le pedimos a Nuestra Madre Santa Maria, Refugio de los pecadores, que nos conceda la gracia de aborrecer todo pecado venial y un gran amor al sacramento de la Misericordia Divina y que podamos decir como el Salmista:

“Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas”

Feceva – CIAME

Julio 2,000, 

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